Rómpanse los cuencos

Rómpanse los cuencos y jarrones,
fractúrense en infinitos pedazos
cayéndose de entre mis torpes brazos,
porque no importan frente a otras razones.

A ellos, bellos, pero, sin emociones,
puedo romperlos sin más, a mazazos;
desecharlos, si veo mal sus trazos,
sin sufrir pesares ni conmociones.

Pero a ti, bondad personificada,
cuenco para mí donde arroparme,
jarrón donde mi alma yace guardada,

de no romperte quiero preocuparme,
de tenerte siempre bien cuidada
y verte feliz al despertarme.

Julián Ortega Durán,
28 de septiembre de 2020.