Repeticiones
La unicidad de cada instante, por irrepetible, los convierte en una sustancia de valor infinito. Existe el truco de la memoria, pero los momentos no pueden almacenarse ni reproducirse, tan solo recrearse evocadora y ficticiamente en la imaginación. La periodicidad parece pues una ilusión, una vana interpolación con sentido práctico o como mero entretenimiento, pero que encierra el engaño de que los sucesos se repitan.
El girar de un torno, como el de unas manillas o un planeta, dan la sensación de reiteración. Pero del mismo modo que la mano en cada vuelta que da el barro sobre el eje lo deforma, lo comprime, lo texturiza o lo eleva, cambiándolo definitivamente, aunque retorne a coordenadas semejantes, cualquier otro giro, así sea un reloj o un par de astros danzando una calculada coreografía inmensurable, no existen momentos que se repitan. El tiempo avanza inexorable permitiéndose caprichos para la percepción, como la efímera sensación de continuidad. El barro que luego será cerámica volverá a ser polvo, como ya lo fue, pero otras manos lo amasarán, ya sean humanas o la propia tectónica terrestre. Pero ese cuenco que fue, que compartiste en familia un siempre escaso y bendito tiempo, desaparecerá evanescente como cada instante que se marchita, fugaz como las para nosotros eternas estrellas, en forma de nudo en la garganta.