Números
Naces un día, el diecinueve —por ejemplo—, del mes cinco del año 1990. Eres el segundo hijo. Lo primero que haces es llorar, luego te acurruca tu madre entre sus dos brazos. Te pesan y te miden para ir poniéndote los primeros números. De esos dependerán otros, como la talla de la ropita que te pongan. Vas creciendo, te otorgan tu número de ciudadano, y pasas por una serie de cursos ordenados numéricamente, te ponen notas del uno al diez y eso va determinando tu futuro: en función de tus números puedes elegir o no. Sigues aumentando el número de años: «¿me das tu número?», ¿con cuántas personas te has acostado? ¿Cuántas parejas has tenido? ¿Cuántos países has visitado? «¿Sabes cuánto te quiero?». ¿Cuánto dinero ganas? ¿Qué vale tu casa? ¿Qué día es vuestro aniversario? ¿Cuántos hijos tienes? ¿Y nietos? ¿Con cuántos años te jubilaste? ¿A qué edad murió?
Nace un cuenco. ¿Qué cantidad de barro has usado? ¿Cuántos minutos has tardado en hacerlo? ¿Qué número de serie le has puesto? ¿A qué temperatura lo has cocido? ¿Qué porcentaje de pigmento le ha echado al esmalte? ¿Cuánto mide de ancho? ¿Y de alto? ¿Qué capacidad tiene? ¿Qué medida tiene de base? ¿Cuánto pesa? ¿Y cuánto cuesta? Ponme uno.