El límite del cuenco I
¿Dónde está el límite de una figura con nombre? Una pieza de alfarería que llamamos cuenco, si fuera demasiado ancha, mejor recibiría el nombre de plato. Y si se pasara de estrecho y vertical, más bien parecería un vaso. Si, aun conservando idéntica forma, aumentara en tamaño, mejor adoptaría los nombres de ponchera o ensaladera. Si fuera de paredes muy anchas, se trataría de un mortero. De tener algún elemento añadido, como un asa, lo llamaríamos taza o tazón, según su escala. Y ni siquiera hemos reparado en su uso, que multiplicaría las denominaciones, tan solo levemente en su forma.
Cuando creamos en el torno un cuenco necesitamos saber dónde está ese límite. ¿Hasta dónde podemos estirarlo? ¿Cuánto se podría subir? ¿Qué hay de su grosor? ¿Qué adorno le haría cruzar la frontera de su denominación? ¿Qué partes son fundamentales? ¿Qué le caracteriza? ¿Quién decide todo esto? ¿Existe alguna descripción universal de lo que es o debe ser un cuenco más allá de los idiomas? Y, en tal caso, ¿esa definición nos trasciende como especie? Que es lo mismo que preguntarse si el lenguaje y los conceptos que pueblan y fluyen entre nuestras cabezas están por encima de nuestras humanas mentes.
Quizás a base de crear lo que yo creo que son cuencos llegue a resolver alguna de estas preguntas.