El lenguaje del cuenco I

¿Qué dice un cuenco? Un cuenco habla el idioma del material en que fue creado. En barro, por tanto, puede expresar, al menos, tanto como un puñado de tierra puede contarnos. Si nosotros también hablamos barro y tierra, con su sola materia prima nos evocará sentimientos asociados a lugares y momentos. La capacidad de comprender este lenguaje nos es innata, pues la tierra y todas sus sensaciones nos acompañan durante todo nuestro ciclo vital, alimentando nuestra memoria. Con colores adorna paisajes, con su tacto estimula nuestras raíces, con olores despierta emociones en nosotros, con sonidos nos marca el ritmo y con sabores nutre nuestro cuerpo. De algún modo somos muy conscientes de esa lengua. Así, un cuenco de barro, con su sola sustancia, habla un idioma universal que puede ser descifrado por cualesquier gentes en todo rincón y tiempo.

¿Y qué nos dice? Con solo mirarlo, su color quizás nos diga si es paisano nuestro o viene de lugares remotos. Si es nuestro vecino, compartirá propiedades, como hermanos, con las piezas que construyen las maravillas que nos legaron los antiguos moradores de estas tierras, que adornan nuestras ciudades y nos guarecen en forma de ladrillos, pues nacieron juntos. Y de algún modo, nos está diciendo de forma velada que, si bien más modesto él, tiene la sabia del monumento.

Imagen de portada: Meléndez de Rivera y Durazo Santo Padre, L. E., 1772. Bodegón con chorizos, jamón y recipientes. Óleo sobre lienzo, Museo del Prado.