Cosas

Los objetos que nos acompañan, son un reflejo de nosotros mismos. La ropa que uno viste es capaz de expresar mucho cuando otro sabe leerla. Igualmente, los trastos que llevamos en el bolso, la mochila o en los bolsillos nos identifican. Como el vehículo en el que nos movemos, muchas veces utilizado más como símbolo de estatus que como transporte. No digamos ya un reloj o una joya. Y así, tantos otros utensilios y adornos. Todos estos objetos cuentan nuestra historia, casi quiénes somos, como bien saben los arqueólogos que hoy explican el pasado y que algún futuro interpretarán nuestro presente.

Un cuenco no escapa de esta lógica. Los utensilios que usamos para comer nos ubican en una cultura y en una jerarquía. Hablan de nuestros valores, ya sea por el impacto ambiental o lugar de obtención y manipulación de su materia prima, por los motivos representados, por los colores y sus significados, por las formas y los tamaños que hablan de humildad u opulencia, etcétera. Y cómo se usen dirá tanto o más, pues no será lo mismo usarlos solo que acompañado, de forma ceremoniosa que informal, en casa, en un restaurante o tirándolos en la primera papelera que ves mientras corres de vuelta al trabajo.

Tu cuenco es una extensión de ti que habla por sí solo y, si lo miras con atención y franqueza, podrás reconocerte. ¿Te sientes identificado?

Imagen de portada: Zurbarán, F., circa 1650. Bodegón con cacharros. Óleo sobre lienzo, Museo del Prado.