Contacto

Tocamos para sentir las cualidades de una realidad ajena. Sobre nuestra piel experimentamos el calor de terceras personas, la presión de un abrazo, la dureza de las cosas que nos rodean y la textura de superficies que se comunican con nosotros. Conocer algo sin este sentido se vuelve incompleto. Necesitamos el tacto y el contacto. Las manos, los brazos, las mejillas, los labios, el torso, el cuello… Todo nuestro cuerpo descubriendo sensaciones y mensajes que nos transmiten personas y objetos. Un cálido cuenco pleno de manjares para disfrutar, un beso, una caricia, la brisa y el sol susurrando ambos sobre nuestra cara que hace un día maravilloso y que vendrán muchos más.

Tan importante para nuestras vidas es, que resulta sabio estar rodeado de los mejores tactos y contactos. Palpar el barro es uno de los privilegios de quien trabaja con este material que cada día lo percibe en sus múltiples estados entre sus yemas. Húmedo, duro, resbaladizo, chamotado, suave, frío, caliente… Y finalmente, ya cocida la figura, la siente contundente cuando repasa sus tangentes con los dedos, su peso siente en las palmas y disfruta del resultado táctilmente. Pero igual que sin el tacto sería incompleto disfrutar de ello y, siquiera, entenderlo, el alfarero disfruta y entiende más su obra compartiéndola mediante el contacto con los suyos.

Imagen de portada: Brewtnall, E. F., circa 1890. Where Next? Acuarela sobre papel, Christopher Wood Gallery.